
Las empresas como agentes sociales son elementos de consolidación y difusión de valores.
Desde esta premisa, tras una publicación y difusión de sus valores corporativos a sus grupos de interés y una formación a sus empleados y proveedores debería premiar la materialización de dichos valores. Sean cual sean las acciones vinculadas llevabas a cabo.
Desde la transversalidad de los impactos de las empresas podríamos involucrar a numerosos elementos sociales. Pero siempre se debería empezar por su círculo de acción más próximo: sus empleados.
Las empresas están integradas, formadas y constituidas por personas. Por ello, desde una gestión integral y central fundamentada sobre la RC, desde el liderazgo como guía, se deben premiar las acciones que consoliden esos valores de su identidad corporativa. Con premios que repercutan en el grupo, desde una conducta positivista.
Así la crítica de los ciudadanos por formar parte de una empresa u otra en función de lo que representa se vería reforzada, a la vez que la reputación de la organización, desde su cultura corporativa se convertiría en una referencia reputacional. Todos ganan.